Tú estás tan feliz haciendo tu vida. Esta mañana te has alisado el pelo, te vas a trabajar, por la tarde tienes tu clase de Pilates, y has quedado para ir de tiendas y tapear con tu amiga después. Y a media mañana notas un dolorcillo en la tripa que avisa tormentas, unas náuseas cada vez más desagradables y ese calor interno que incita a dirigirte el chorro de aire acondicionado de tu coche directo a la cara, a ver si hay suerte y no te desmayas.
Y lo sabes.
Sabes que te va a venir la regla, y que no vas a poder hacer nada de lo que tenías planeado. Así que coges tu móvil, le mandas un WhatsApp a tu amiga, otro a tu monitora de Pilates y vas anulando planes con la certeza de que esto solo acaba de empezar. Aguantas el chaparrón como puedes en tu jornada de trabajo, arrastrándote mientras te concentras en no desplomarte y pidiéndole al tiempo que haga el favor de avanzar un poquito más rápido, que justo hoy parece que viene de rodillas.
Cuando por fin, después de ese infernal día llegas a tu casa, sueltas el bolso y te arrastras a la cama deslizando tu chaqueta por el suelo, cual Linus y su mantita (el amiguito de Charlie Brown), y tu novio te dice “¿te apetece ir al cine?”, tú levantas la cabeza y balbuceas algo parecido a un “no puedo ni moverme”, mientras piensas que tú ya has agotado todas las energías del día. Que no te pidan más, que sólo puedes respirar despacito para intentar que duela menos. Mientras, te acuerdas de esas amigas que te dicen que a ellas nunca les duele la regla. Y tú te preguntas, por qué en tu útero parece haber un duende arañándote por dentro las entrañas.
Pero lo mejor de todo no es eso. Lo mejor es que aún no te ha venido. Esto sólo es el síndrome premenstrual avisándote que lo peor está por llegar, que parece que también viene de rodillas, porque ya puestos, que venga ya, y acabamos antes con el sufrimiento.
Y encima te sientes mal porque posiblemente pases una noche horrible y mañana no tengas fuerzas para ir a trabajar, pero ¿cómo explicas en la empresa que no vas porque tienes la regla?
¿Te suena?
¿Qué hacer?
Bien. Solo nosotras, las mujeres que sufrimos la regla de esta manera (o parecida), sabemos lo que puede paralizarnos la vida estos primeros días. No te voy a dar consejos que habrás oído miles de veces como el calor seco y demás. Voy a decirte que te tomes tiempo.
- Reivindica el derecho de tener tu propio ritmo. El cuerpo está pasando por un proceso de limpieza y renovación que requiere de mucha energía. No tienes por qué seguir el ritmo del resto del mundo, sólo porque no lo entiendan.
- Si te puedes permitir bajar el ritmo de trabajo estos días, hazlo.
- Descansa, túmbate en la cama, en el sofá, dormita, estírate, haz tu habitación cómoda y regálate todos los mimos del mundo.
- Nota esa sensibilidad que nos regalan nuestras hormonas. Que a veces te hace llorar de alegría, y otras de tristeza.
- Hidrátate. Ya sabéis que nos hinchamos como globos por la retención de líquidos. Aquí os dejo unas ideas interesantes de Carlos, nuestro nutricionista, para mejorarlo.
- Por mucho que los anuncios de compresas digan que la vida mola, y que con una de las suyas, estos días serán como una fiesta, no suele ser así. Así que mejor no lo intentes, y no te sientas culpable ni débil porque no tengas cuerpo para eso.
En definitiva, baja el ritmo. No le pidas a tu cuerpo más de lo que puede dar estos días. Escúchalo y mímalo. Está haciendo un gran trabajo.