La vida es emocionarse, reír, llorar, sentir ilusión, amor, desamor, decepción, por uno mismo y por otros. Es ponerse a prueba, descubrirse, ganar, perder, vivir la frustración, sorprenderse, deslumbrarse, volver a enamorarse, reinventarse, crecer…

La vida es vivir. Y para vivir, hay que sentir.

Nuestra sociedad nos ha enseñado a buscar las emociones positivas de una manera casi continua y reprimir o evitar las negativas. Pero lo cierto es que las personas somos un todo, e igual que no existe el blanco sin el negro, no podemos pretender vivir la alegría, sin experimentar la tristeza.

En ocasiones nos oímos decirle que no llore a alguien que lo está haciendo.

¿Por qué no? ¿Acaso hay algo de malo en dejar salir la angustia, la tristeza o cualquiera que sea la emoción que nos hace reaccionar en forma de llanto? Si nos fijamos en cómo nos relacionamos con los más pequeños cuando les pedimos que repriman sus emociones, porque al enfadarse “se ponen feos” o porque “las señoritas no deben tener rabietas”, podremos entender por qué nos convertimos en adultos que no sabemos contactar con nosotros mismos y por tanto, no sabemos reconocer las emociones.

A esta falta de contacto con nosotros, le sumamos las reglas morales que dicen qué se debe y qué no se debe hacer. Nos convertimos en nuestros mayores verdugos emocionales porque “no deberíamos” sentir esto, o “deberíamos” hacer lo correcto. Pero lo cierto es que los sentimientos están ahí dentro por algo, porque tienen que estar. Porque son nuestros. Luchar con ellos no hará que se vayan, sino que se hagan más fuertes, y a veces se enquisten. Podemos recurrir a conductas de escape que nos ayuden a apartarlos temporalmente, llenarnos el día de actividades, consumir sustancias poco recomendables, autoconvencernos de que acabarán pasando, pero éstos volverán tarde o temprano, y en ocasiones abofeteándonos en forma de ansiedad.

¿Qué papel tiene la Psicología en la vida de las personas?

Como psicóloga creo que nuestro papel principal es ayudar a gestionar las emociones, desenredarlas, ayudar a entendernos, observar sin juzgarnos, a nosotros y al mundo.

Todos tenemos en nuestra mano entender lo que llevamos dentro, sólo que en un principio esto no es tan fácil como puede parecer. Para eso está el psicólogo. Su principal función es la de acompañar en el camino en el que uno mismo va avanzando, ayudando sin marcar la ruta. Y es que el viaje más largo y apasionante, es el que se inicia dentro de uno mismo. Permitirse sentir, conocerse sin juzgarse, darse la oportunidad de equivocarse sin torturarse es el camino hacia el crecimiento.

Concluyendo…

Cuando nos damos permiso de ser nosotros, nos conoceremos realmente. No nos llevaremos las manos a la cabeza por haber sentido esto o aquello, y no nos importará sentirnos vulnerables. Pero sobre todo disfrutaremos de nuestras emociones, incluso cuando estas sean desagradables.

Estar vivo es sentir, y pretender no sentir es morirse en vida. Identifiquemos nuestras emociones, pongámosles nombre, y démosles su sitio para que no nos desborden.

Porque fingir que no estás sintiendo algo, no significa que no lo estés haciendo.